Tropecé con un ángel

23.06.2010 00:12

 Para comenzar y darle emoción a esta página, les dejare un linda novela. 

Tropecé con un ángel

Se acercaba la navidad, en las calles se respiraba paz y los centros

comerciales estaban de gente a rebosar.

En mi corazón había muerto el espíritu navideño desde hacia

mucho tiempo.

Las luces que adornaban las grandes avenidas con miles de

bombillas, no podían iluminar mi vida, porque yo seguía sumida

en mis propias tinieblas.

El peregrinar del día a día se convertía en una terrible pesadilla.

Mi mundo era en esos momentos un cúmulo de <<circunstancias

circunstanciales>>; sin saber como ni porque todo cuanto

acontecía a mi alredor empezaba a caotizarse.

Supongo que no acabé de asimilar la separación de mis padres.

Era aún pequeña para entenderlo y el ser el objetivo principal de

sus peleas, como si fuese un reparto más de sus bienes me

crispaba los nervios.

   A mi hermano toda aquella desagradable situación le afectó en

menor grado.

Él era más fuerte tenía más coraje y pese a su corta edad fue un

apoyo vital para mi madre.

Hoy es un adulto brillante, la vida lo ha tratado bien, mucho

mejor que a mí.

Me siento orgullosa de él y me gusta que siga cerca

protegiéndome, siempre corro a sus brazos cuando tengo miedo

como lo hacia de niña. Si algún día se fuera a vivir por su cuenta

sentiría mucho su ausencia.

   En la actualidad mi vida transcurre con una ligera monotonía:

estudio en la facultad de filología alternando las clases con el

trabajo de dependienta, en una librería fantástica, rodeada de

alhajas retóricas.

Mi novio me dejó hace unos meses, sin motivo aparente, aunque

sospecho que se ha liado con su compañera de piso.

El roce hace el cariño y pasaba más tiempo con ella que conmigo.

Seguimos viéndonos a veces, todavía somos amigos, e incluso en

una ocasión me pidió que volviéramos a salir juntos.

No le hice el menor caso estábamos en una fiesta de cumpleaños

cuando me lo propuso y no tenía a ninguna de sus amigas intimas

con quien divertirse un rato.

Como he citado anteriormente mi vida era monótona y aburrida,

hasta que un día de navidad tropecé con >>ÉL<< al doblar una

esquina, y transmutó el bucle negativo que rodeaba toda mi

existencia...

   Aunque mejor será que eso lo cuente más adelante y empiece

la historia por el principio

Al despertar sentí frió, llevaba tres días seguidos lloviendo y a

pesar de tener en mi habitación el radiador encendido, la humedad

del ambiente calaba en los huesos.

Era sábado y tenía que ir a trabajar a la librería, estaba realmente

agotada de tanto estudiar toda la semana.

Me hubiese quedado durmiendo hasta las tres de la tarde, pero

necesitaba el dinero porque mi economía últimamente iba en

descenso.

Desayuné rápido yendo apurada de tiempo y después de una

ducha bien caliente salí de casa corriendo.

El autobús que llevaba hasta el centro de la ciudad había partido

hacia escasos segundos, pero afortunadamente el encantador de

mi vecino, un joven de mi edad al que le divertía espiarme se

ofreció a llevarme al trabajo en su coche.

Aunque no me apetecía tener que darle explicaciones, no pude

negarme ante su ofrecimiento o llegaría demasiado tarde a la

librería, un despido inoportuno era lo que menos me convenía y la

dueña era muy estricta en los horarios de trabajo.

De camino hasta el centro charlamos sobre el tiempo, un tema

socorrido al que recurro continuamente cuando subo en un

ascensor con desconocidos.

Al llegar mi vecino aparcó a escasos metros de la puerta, y en la

despedida quiso convencerme para regresar a recogerme.

Mi negativa fue rotunda, aunque con una buena excusa.

Por suerte para mí, la jefa se retrasó, posiblemente estuviese

comprando regalos familiares en el centro comercial de enfrente.

La afluencia de gente hasta la hora de comer fue continua.

Como no cerrábamos al medio día, pues debíamos aprovechar las

ventas que proporcionaban las vísperas de la navidad, los

compañeros fuimos turnándonos para pegar un bocado en la

hamburguesería de al lado.

La tarde fue todavía más ajetreada, ya no recuerdo las veces que

subí y baje las escaleras de la segunda planta en busca de poemas

y libros de aventuras.

Para colmo de mis males, después de cerrar la librería tuve que

quedarme a ayudar a mi jefa a hacer el inventario.

Mientras la mujer tuvo el detalle de ir a por unos bocadillos de

tortilla de patata porque la noche iba a ser larga, yo apoyé mi

cabeza en el mostrador de la entrada cerrando los ojos.

A los pocos minutos las campanillas que colgaban del techo cada

vez que se abría la puerta repiquetearon.

Sobresaltada abrí los ojos poco después de oír a alguien toser,

levantándome de la silla de un salto.

Un chico rubio de ojos azules venía buscando un libro.

Me sorprendió que Alicia se fuera a por los bocadillos sin cerrar

la puerta con llave. Miré la cristalera del escaparate y la persiana

de seguridad si que estaba puesta.

     ­­Disculpa, he venido a recoger un libro que encargué a la

propietaria hace dos días­­dijo el joven alto y delgado.

     ­­ ¿Me dices el título?

     ­­<<Mi vecina es una musa>>.

     ­­ ¡Y mi vecino un alcahuete!­­ proferí sonriendo pensado

en Javier.

     El muchacho de complexión atlética me miró asombrado sin

cesar de reír.

     ­­Oooh, lo siento..., pensaba en voz alta. Ahora te busco tu

libro.

    Miré en el estante donde guardaban los encargos, tomándolo

en mis manos para dárselo al muchacho.

     ­­Gracias­­dijo él mirando fijamente mis ojos.

   Después de pagarme se despidió cruzándose con Alicia en la

puerta.

   Devoré el bocadillo de tortilla de patata y me puse

inmediatamente a trabajar, en un tiempo récord acabamos el

inventario, y Alicia tuvo que acercarme hasta mi casa porque a

esas horas ya no pasaba el autobús.

Al día siguiente estaba tan cansada que no me levanté ni para

comer, cuando desperté mi madre y mi hermano se habían

marchado.

Mi madre me dejó una nota pegada en el frigorífico diciéndome

donde estaba, y mi ex­novio una llamada en el contestador

automático excusándose por el plantón recibido el anterior fin de

semana.

   Opté por no contestarle, pues en esos momentos lo prudente

era callarse, sabía que se llevaba demasiado bien con su

compañera de piso: una alocada universitaria de moral distraída,

con muchas amigas y amigos qué pasaban los fines de semana de

fiesta en fiesta.

   Introduje una pizza en el microondas y después de comérmela

me acicalé despacio y salí a la calle a que me diera el aire.

Andaba deprisa porque tenía frió y al doblar la esquina de mi

calle tropecé con un chico alto y rubio, que casi me tira al suelo.

     ­­Lo siento­­dijo recogiéndome el paraguas. ­­ ¿De que te

conozco?

   No sé si realmente no me recordaba o disimulaba. Pensé en

decirle que de nada, pero antes de abrir la boca él salió de su

amnesia voluntaria.

     ­­Tú eres la chica de la librería. ¿Cómo te llamas?

     ­­Aura­­contesté en voz baja­­ ¿Y tú?

     ­­Om­­dijo indagando en mi mirada.

     ­­"Ommm- nipotente, u ommm- nipresente"­­respondí sin

reprimir las carcajadas­­. ¿En qué pensaba tu madre cuando te

puso el nombre?

     ­­En lo mismo que la tuya, cuando pensó en el tuyo.

   Es curioso pero cuando me respondió no me enfadé, me gustó

su sentido del humor.

     ­­Ya veo..., bromeas. Es un diminutivo­­dije siguiéndole el

juego­­Puesss, encantada de volver a verte Oz.

     ­­Lo mismo digo, Laura.

     ­­ ¡A-u ­ra! Me llamo Aura; no Laura­­le rectifiqué

enfurruñada.

     ­­ ¡Om!, me-lla-mo- om. No Oz, como el mago­­dijo

riéndose en mi cara.

   Y tras darse media vuelta me dejó allí plantada.

   Anduve varios kilómetros sin rumbo fijo, de repente empezó a

chispear con más fuerza y sentí más frío. El pub al que siempre

iba con mis amigas quedaba cerca y al entrar en él me senté en la

barra a esperar que vinieran.

Pedí un batido de chocolate muy caliente y al cogerlo entre las

manos, se me derramó encima de la chaqueta de antelina del

caballero de al lado.

     ­­Disculpe, le pagaré la tintorería.

     ­­Me conformo con que me invites a un café­­dijo mientras

se limpiaba con un pañuelo.

     ­­Uhiii..., ummm..., ¡no me había dado cuenta de que eras

tú! ¿Qué casualidad?­­declaré, al tropezarme de nuevo con él­­.

Tantos pubs que hay en la ciudad y has tenido que venir a este.

     ­­Vengo a menudo.

     ­­Pues debes ser incorpóreo, porque yo vengo aquí con

frecuencia y nunca te he visto.

     ­­No te habrás fijado bien­­ rebatió OM sonriendo.

     ­­Puedes estar seguro que un "guaperas" como tú no pasa

desapercibido.

    Cuando me di cuenta lo que le dije, me puse roja como un

tomate; muerta de vergüenza.

Él pareció no inmutarse, es más, gastó una broma con el color de

mis mejillas que poco a poco iba en aumento.

Me quedé muda de repente esperando que él cortara el hielo.

Por fin se decidió a decir una de las típicas frases de siempre, que

se utiliza en un caso como este:

     ­­ ¿Desde cuándo trabajas en la librería?

     ­­Desde hace un año, compaginándolo con los estudios de

filología­­dije algo más tranquila.

     ­­ ¿Y tienes tiempo para todo?­­preguntó sorprendido.

     ­­Sólo trabajo los sábados y cuando en la facultad tengo

fiesta­­comenté satisfecha­­. Y tú, ¿a que te dedicas?

     ­­Soy Mensajero

     ­­ ¡Qué trabajo tan apasionante!

   << No debí decir eso>> pensé inmediatamente, aunque mi

frase no pareció molestarle.

    ­­Lo es créeme. Es mucho más emocionante de lo que

imaginas.

    No le hice ningún caso, pensé que me estaba mintiendo y

quería quedarse conmigo.

Sugirió que nos sentáramos en una mesa para seguir charlando.

Le pedimos al camarero dos batidos calientes de chocolate; él

esperó unos instantes antes de probarlo; yo, impaciente bebí y me

quemé los labios.

Om sonrió ante mi actitud inquieta.

   ­­Saber esperar el momento oportuno, ayuda a que el tiempo

corra en dirección hacia nuestro destino­­dijo, siguiendo

sonriendo­­Apresurarse innecesariamente produce un retroceso.

   Yo me quedé embobada mirando su sonrisa. No sé por qué

había dicho esa frase que no venía a cuento, por haber bebido un

sorbito de batido caliente. Quemar mi lengua no era un hecho

trascendental, aunque si lo era no tener paciencia.

   Miré el reloj simulando que estaba ansiosa por ver a mis

amigas, pero para ser sincera no tenía ningunas ganas de que

vinieran. Quería disfrutar el mayor tiempo posible de estar a solas

con Om, no me apetecía nada compartirlo.

En ese momento hubiese deseado que mi ex ­ novio me estuviese

viendo, dejarme sin ninguna explicación lógica me puso de los

nervios. Aunque en el fondo de mi corazón, pero muy en el

fondo, le agradecí que no me dijera que me había puesto los

cuernos.

   Como por arte de magia mi deseo se vio cumplido. Giré la

cabeza para recoger el abrigo que se me cayó en el suelo, y me

lleve una desagradable sorpresa que cuando miré hacia la zona del

reservado y reconocí su silueta en medio de la penumbra;

haciéndole revisión de amígdalas a otra de sus amigas.

¿Cómo podía tener tan poca cabeza de ir a los mismos sitios que

yo iba, para que lo viera?

   Aunque mis amigas me avisaron de su carácter libidinoso no

me convencí del todo hasta que no lo vi con mis propios ojos.

   ­­ ¡Será cabrrr...!

   Antes de acabar el adjetivo malsonante me contuve

sustituyéndolo por el de cretino, no quería causar mala impresión

a Om con un vocabulario que normalmente yo no utilizaba.

Para justificar mi arranque de rabia tuve que contarle toda la

historia. Después de haberlo hecho me quedé sorprendida de

contarle mi vida amorosa a un desconocido, el primer día que lo

conocía.

Él escuchaba atento como si realmente le importara lo que me

pasaba. Sospeché escasos segundos de que escuchara pero no

atendiera, finalmente, me di cuenta que, realmente, tomaba interés

por el tema cuando se permitió hacer un breve inciso en la

conversación; con un comentario que me encantó:

   ­­Tú te mereces algo mejor.

   Lo dijo con una entonación que me encandiló mientras fijaba

su mirada azul cielo en mis ojos negros.

Mientras yo hablaba y me desahogaba de mis frustradas

relaciones amorosas, él no hizo un solo comentario de su vida

privada.

Tras haberlo hecho me di cuenta que tenia que haber cerrado mi

boca, no era bueno que un futuro pretendiente supiera demasiado

sobre mi vida intima, temía que me etiquetara con un calificativo

poco acertado sin conocerme de nada.

Aunque Om no parecía la clase de persona que juzgara a los

demás por lo que contaran; o al menos esa era la impresión que a

mí me daba.

Durante la conversación mire varias veces por el rabillo del ojo la

zona del reservado. Mi ex­novio sin saber que lo estaba espiando

continuaba explorando minuciosamente el cuerpo de la

exuberante mujer que tenia entre sus brazos.

¿Cómo pude perder un año de mi vida saliendo con ese idiota?,

pensé indignada.

Om, volvió a mirarme fijamente e hizo el segundo inciso:

   ­­Nunca se pierde el tiempo, los aparentes errores de nuestra

vida nos enseñan experiencia y sabiduría.

   Paré mi monologo de golpe pensando si él seria capaz de leer

mi pensamiento, o simplemente era un observador preciso capaz

de detectar mi estado anímico a través de mis gestos, palabras y

miradas. Era mensajero y estaba acostumbrado al trato directo

con los clientes, con lo cual deduje que seria un buen conocedor

de la psicología errabunda.

Llegué a la conclusión que solo fue casualidad que la frase que

dijo encajara en el contesto preciso de mi pensamiento.

El tiempo fue pasando y me iba relajando; sorprendentemente se

me estaba olvidando que a pocos metros de mi mesa un hombre

con el que compartí algo más que arrumacos disfrutaba

gratamente de otra compañía femenina que no era la mía.

Om seguía sin despejar los labios y a mí me reconcomían las

ganas de saber si tenia novia o era libre como el revoloteo de los

pájaros.

No me atreví a curiosear por temor a que pensara que era una

descarada. Lógicamente si perdía su tiempo conmigo no estaría

comprometido, aunque cuando mi ex­novio lo estaba quedaba

con quien le venía en gana y yo pasaba horas esperándolo,

desesperada.

Y hablando del diablo, tras haber disfrutado de un magreo

extenso con la siliconeada rubia de piernas largas, se dirigió hacia

nosotros en busca del aseo de caballeros.

El corazón comenzó a latirme con fuerza de rabia y en un impulso

repentino de despecho acerqué mis labios hacia los de Om y fingí

darle un beso.

Digo fingí porque le di un beso como se lo dan los actores en las

películas poniendo mis labios en su barbilla.

No sé cuál de los dos se quedó más sorprendido por mi gesto tan

imprevisto, pero cuando mi "ex" se metió en el aseo de

caballeros, me disculpé inmediatamente con Om explicándole

mi reacción; justificando mi comportamiento.

Om dejo escapar de una onomatopeya discreta, sin embargo, a mí

me pareció oír que alguien ponía el grito en el cielo. Sería mi

novio muerto de celos.

   ­­ ¡Por el amor de Dios!, ¿has visto lo que ha hecho esa

mujer?

   ­­Ha fingido darle un beso­­dijo Sara a su celestial

compañero, restándole importancia.

   ­­Pero es su ángel guardián y tiene prohibido tener contacto

carnal.

   ­­ ¡Qué exagerado eres!­­exclamó Sara­­Además la chica no

sabe quién es.

   ­­Tú siempre justificando a tu discípulo. Estas situaciones

deberían estar bajo control­­ rebatió­­. Si hubieseis mandado a

esta misión a un ángel más experimentado esto no hubiese

pasado.

¡Cualquier día de estos, dejáis a un ateo a las puertas del cielo!

   ­­Mi noble y buen compañero tú serás siempre el fiel guardián

del umbral del paraíso, las llaves te pertenecen desde hace siglos.

   ­­Sara me hago viejo... Tú perteneces a una generación

moderna como la de Om, veis las cosas desde otro prisma.

   Sara se echó a reír inmediatamente ante la observación de su

compañero: En la eternidad no se envejece. No hay espacio ni

tiempo; todo lo que sube baja manteniendo el equilibrio entre los

opuestos.

   ­­Tranquilízate y confía en él­­le sugirió la celestial bendita­

­. Om tiene pocas plumas en las alas pero el <<Todopoderoso>>

le ha encargado esta misión, y él mejor que nadie sabrá lo que

hace.

   ­­Tienes razón, de todos modos esta te siempre vigilándolo,

puede necesitarnos. Esa chica tiene una parte negativa

extremadamente fuerte­­sugirió el guardián de las llaves­­. No

será fácil reconducirla hacia la luz.

   Ajena a la conversación divina, Aura veía por el rabillo del ojo

como Ricardo salía del lavabo para regresar junto a la rubia de la

minifalda de cuero. Al llegar a su altura la saludó mosqueado y

ella lo ignoró por completo, simulando no oírlo.

   ­­Parece que los busque adrede­­comenté, refiriéndome a

Richard y a antiguos amores­­. ¡A cuál de todos es más

desvergonzado!

   ­­No lo dudes, los buscas. Cada individuo atrae hacia sí

mismo el aprendizaje que necesita en la vida­­ me confirmó Om­

­. ¿Realmente deseas tener una relación estable con alguien, o por

el contrario buscas ser independiente y pasar el rato con un

hombre, de vez en cuando?

   Me quedé estupefacta con sus palabras. Desde que mis padres

se separaron ningún hombre mereció mi confianza.

Tenía pánico a comprometerme. Aquel joven desconocido estaba

revelándome una gran verdad que me negaba a aceptar: ­­ yo

provocaba la atracción de esa clase de hombres porque no quería

estar en la tesitura de formar una familia­­.

El recuerdo de mi infancia me aplastó como una losa y heridas no

cicatrizadas resurgieron en mi memoria.

No quise admitir con mis palabras que estaba en lo cierto y con

tono de indignación le contesté inmediatamente.

    ­­ ¿Estás insinuando que yo soy como ellos?

    ­­En absoluto. Todavía no has encontrado al hombre digno de

tu confianza. Al hombre que te haga cambiar ese comportamiento

rencoroso y te muestre un camino con diferentes alternativas.

    De nuevo me puse en guardia, estaba otra vez en lo cierto pero

mi reacción fue volver a enfadarme

    ­­Cuando quiera un consejo gratuito ya te lo pediré, mientras

tanto abstente de dármelo.

    ­­Pues pensaba darte otro acerca de tu vestuario­­dijo tan

tranquilo.

    Mis pupilas empezaron a dilatarse y la bilis aumentaba su

porcentaje en la víscera. Me contuve en no decir una grosería e

intentando guardar la compostura le pregunte que tenía de malo

mi indumentaria.

    ­­Debe ser por empatía a estas fechas que vas tan adornada

como un árbol de navidad­­contestó con retintín.

    Me revisé de abajo arriba sin poderlo evitar, y solté una

carcajada enorme cuando caí en la cuenta de las baratijas que

llevaba encima.

    ­­Y... ¿algo que objetar sobre mi maquillaje?­­pregunté

observando la pulcredad de su ropaje.

    Pensé que se cortaría y no me contestaría pero no lo hizo.

Además de ser mensajero debía estar pluriempleado en un salón

de estilistas.

    Acercó su mano derecha a mi barbilla y con suavidad dirigió

mi rostro hacia una tenue luz que emanaba de un minúsculo foco

en la pared.

Se quedó unos segundos contemplando mis ojos y mientras me

miraba me sentí una mujer afortunada, por estar junto a un

hombre de su calidad humana. Mi maquillaje era horrible pero a

él lo único que le importaba era lo que había detrás de las

ventanas de mi alma.

   ­­ ¡Eres realmente hermosa deberías dejar de utilizar

mascaras!­­exclamó simulando que hablaba del maquillaje.

   ­­Las mascaras me protegen, deshacerme de ellas seria como

deshacerme de una parte importante de mí misma­­declaré

sabiendo a lo que se refería.

   ­­Así que detrás de toda esa fachada de mujer fuerte se

esconde una niña tímida e incomprendida­­me dijo secándome

con una servilleta unas lagrimitas que resbalaban por mis

mejillas­­. ¿Cuál es tu historia?

   ­­La historia de una familia rota, una adolescencia difícil y

varios desengaños amorosos­­respondí con reparo­­. ¿Y la tuya?

   ­­Te la contaré mas adelante, cuando seamos amigos­­

respondió con cariño.

   ­­ ¿Tú crees que se puede ser amiga de un hombre que te

gusta?­­le pregunté sin pararme a pensar lo que decía.

   Sonrió y no contestó. Se levantó, pagó la cuenta y me ayudó a

ponerme el abrigo para salir fuera.

De nuevo me pareció oír otro grito; seguramente seria Richard

invadido por los celos.

   ­­Saraaaaaa­­gritó el guardián de las llaves alterado llamando

a su compañera.

   La mujer celestial dejo su tarea y acudió volando, rauda, desde

la séptima avenida de nubes nacaradas.

   ­­ ¿Qué sucede?­­inquirió asustada

   ­­¡¿La Harley era necesaria?! ¡Menuda ostentación!

   Una flamante moto aguardaba en la puerta del pub esperando a

que Om la pusiera en marcha.

   ­­Ha de jugar en su terreno, con sus normas, de lo contrario

no conseguirá que le abra su corazón y no podrá ayudarla­­lo

relajó Sara­­. Tengo permiso del "Jefe" para hacer lo que he

hecho.

   El paseo en moto fue corto y al dejarme en la puerta de mi casa

me quedé con las ganas de que me pidiera una segunda cita, no

obstante, mi intuición me dijo que volveríamos a vernos.

El lunes estaba tan cansada que cuando el despertador sonó a las

siete de la mañana, lo apagué de un manotazo y me quedé una

hora más dormida.

Falté a clase de lingüística románica pero no podía perderme la

historia de la literatura de la edad medida y el siglo de oro, porque

después de las fiestas navideñas tendría un examen del extenso

temario.

Me senté en la última fila al lado de la ventana teniendo suerte de

encontrar un asiento libre y comencé a tomar apuntes de la "Edad

Dorada".

   ­­La etapa entre el Renacimiento y el Barroco se desarrolló

durante los siglos dieciséis y diecisiete­­empezó diciendo el

profesor­­. Fue la época más fértil y celebre de las artes y las

letras españolas.

   La novela consiguió su mayor universalidad y locución con

Cervantes y el Quijote y otros géneros como los de la novela

picaresca: El Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, o el

Lazarillo de Tormes entre otros...

   También la poesía tuvo su época dorada en los siglos XVI y

XVII: dos grandiosas figuras fueron Góngora con su estilo

complicado y difícil; y Quevedo el maestro del conceptismo.

Garcilaso adecuó la poesía lírica al castellano y Fray Luis de León

y San Juan de la Cruz, lograron la expresión máxima d la poesía

mística, junto con la prosa de Santa Teresa.

   Y así mi profesor se pasó hablando del siglo de oro durante

más de una hora, haciendo también referencia al teatro de Lope de

Vega, Calderón de la Barca y Tirso de Molina.

Sin olvidarse de los maestros de la pintura como Velázquez y el

Greco.

Mi mano empezaba a notar el cansancio de la escritura rápida.

Me apunté a un curso de taquigrafía para solucionar este

problema pero mi dominio de la estenografía era tan pobre que ni

yo misma a veces entendía lo que escribía.

Tras finalizar esa clase todavía me quedaban tres horas más de

martirio para mi mano, mi cerebro y mis oídos.

Tenía ganas de que acabase el día e ir por la tarde al pub donde

por casualidad me encontré con Om.

Quería volver a verlo, era el único hombre capaz de haber

mantenido un pulso verbal conmigo, sin achicarse, a pesar de

advertirle que no me diera ningún consejo gratuito.

Con mis antiguos amores siempre acababa yo diciendo la ultima

palabra y haciendo lo que me venia en gana, por ese motivo me

aburrían tanto y acababan dejándome o dejándolos.

El lunes lo pasé sin ver a Om, ni el martes ni el miércoles se

dignó a venir al pub a verme.

Empecé a perder las esperanzas de que nos reencontráramos: un

joven como él nunca se fijaría en una chica como yo.

Pasada una semana, uno de los días en que limpiaba mi habitación

por la mañana me asome a la ventana.

Lo vi. entregando un paquete al panadero, lo llamé a grito pelado

desde el segundo piso y giró la cabeza ofreciéndome una sonrisa.

Me quedé con la vista clavada en la puerta del horno esperando

que saliera, y cuando se acercó a mi acera para saludarme se me

cayó el paquete de tabaco y le dio en toda la cabeza.

   ­­Ahora te lo subo­­dijo para mi sorpresa, y el corazón casi

se me salió del pecho.

   Afortunadamente mi madre y mi hermano estaban en sus

respectivos trabajos y la casa completamente ordenada;

exceptuando mi cuarto

Mi primer pensamiento fue ir corriendo al cuarto de baño a

ponerme coloretes y brillo en los labios, sin embargo, no lo hice

quería que él viera mi rostro sin maquillaje; quería que supiera

que estaba dispuesta a eliminar mi primera mascara en su

presencia.

Observé por la mirilla la puerta del ascensor esperando a que Om

llegara. En mi rellano vivíamos cuatro familias y si no salía a

recibirlo seguro que se equivocaría de piso.

Mi queridísimo vecino que seguramente estaría con la oreja

pegada detrás de su puerta, abrió al tiempo que yo salía a recoger

a Om, con la excusa discreta de pedirme azúcar.

Le dije que tampoco tenía azúcar y así me lo quité enseguida de

encima.

Invité a OM a entrar en mi morada y no me pareció adecuado que

se quedara en el recibidor, así que le invité a pasar a mi

habitación, a fumarse un cigarrillo del paquete de tabaco que

sostenía su mano.

Averigüé que no fumaba, que hacia mucho deporte y su

alimentación era sana. Decidí invitarlo a un zumo natural.

Miré mi ropa esparcida por el suelo mientras le daba una

justificación del desorden.

   ­­Estoy haciendo limpieza. Voy a llevar a un asilo toda la

ropa que hace tiempo no utilizo.

   ­­Saca fuera lo viejo o nunca entrará en tu vida lo nuevo­­

comentó él en tono serio.

   Una vez más lo había hecho: ­­ decir la frase oportuna para la

situación que yo en esos momentos vivía­­. Limpiar mi armario

era el símbolo claro de limpiar mi vida y empezar con lo exterior

seria un buen inicio para transformar el interior.

Más tarde le tocaría el turno a mi cabello y quien sabe si con el

tiempo cambiaría de amistades.

Se acercó a mi estantería y ojeó uno de los libros de la colección

de Julio Verne.

   ­­Me gustan los escritores de aventuras juveniles­­le dije,

temiendo que me juzgara infantil.

   Se sentó al borde de mi cama y me miró sonriendo.

   ­­Una "etiqueta" poco apropiada para un "iniciado" de su

calibre: él siempre lo negó y nunca se demostró.

Afirmaba que lo que escribía estaba basado en estudios

exhaustivos e inventos de la época. De hecho, todas sus novelas

fueron esmeradamente documentadas.

  ­­Quizás ese fue el secreto que lo adelantó a su época. Por ese

motivo en una ocasión mencionó que se sentía el más

desconocido de los hombres­­dije yo.

 ­­El escultor Albert Roce, su intimo amigo, dejó constancia en

 su tumba, a través de sus símbolos del talento evolutivo de sus

 pensamientos.

 Más tarde echó un vistazo a los apuntes esparcidos que yacían

 en mi lecho, encima de la colcha rosa; esperando a ser

 ordenados al igual que la ropa.

 Entremezclados con los apuntes del renacimiento guardé una

 poesía de Santa Teresa que casualmente cayó al suelo, cuando

 sin querer, Om empujó los papeles con su mano derecha al

 sentarse hacia el interior del canto de la cama.

 Se agachó a recogerla y leyó "Pensamientos" en voz alta:

 

     Nada te turbe, nada te espante.

     Todo se pasa, Dios no se muda.

     La paciencia, todo lo alcanza.

     Quien a Dios tiene, nada le falta.

               Sólo Dios basta...

 

 Escuchada con su modulación suave la poesía me pareció

 todavía más bella.

    ­­Dios dotó a Teresa con un sentido común extraordinario,

 con gran coraje, sentido del humor y una gran inteligencia­­

 dijo Om con orgullo en sus palabras.

    Yo me quedé sorprendía al oír con que familiaridad hablaba

 de una mística de prodigiosa profundidad espiritual. Era como

 si realmente la conociera.

    ­­Los escritos de Santa Teresa de Jesús, publicados tras su

 fallecimiento, están estimados como una contribución única a la

 literatura devota y mística. Son una obra maestra de la prosa

 española­­comenté yo, apoyada en el marco de la ventana

 mientras fumaba.

    ­­Ayudó a fortificar las reformas de la iglesia católica desde

 adentro, en un tiempo en el que el protestantismo se esparcía

 por toda Europa­­continuó OM­­. No obstante, hostigada por

 los poderosos y hostiles funcionarios eclesiásticos, consiguió

instituir dieciséis moradas religiosas para mujeres y catorce

para hombres.

Con el auxilio del místico español y doctor de la iglesia, San

Juan de la cruz, fundó una nueva rama del Carmelo.

Dos años antes de su defunción, las Carmelitas descalzas,

consiguieron el reconocimiento del Papa como orden

Monástica independiente.

   ­­Fue una mujer con una capacidad de organización y de

amor extraordinario­­dije alabándola.

   ­­Cómo Tú­­me dijo Om mirándome fijamente a la cara.

   Agaché la cabeza avergonzada agradeciéndole mentalmente

la errónea alabanza.

¿Cómo podía ser tan generoso de haber visto en mi persona

virtudes que desconocía sobre mí misma?

Tal vez guardada en lo más profundo de mi alma quedaba una

pizca de amor divino que algún día resurgiría como el ave fénix

de sus cenizas.

   Empecé a ponerme nerviosa y encendí otro cigarro. Le pedí

que abriera el segundo cajón de la derecha del armario ropero y

cogiera una libreta de color plateado.

Se equivocó y abrió el de al lado.

   ­­Ese es el cajón de mi ropa interior­­dije carraspeando,

totalmente sonrojada.

   Él comentó algo en voz muy baja y a mí me pareció

escuchar que no me preocupara porque alguna vez me la había

visto puesta.

   ­­ ¿Cómo dices?­­inquirí cerrando la venta por el ruido de

los coches.

   ­­Dije que lo siento, no me he dado cuenta­­respondió con

total naturalidad sin dar la más mínima importancia al ver mi

lencería.

   Volvió a la orilla de la cama con la libreta y sentándome a

su lado le pedí que leyera el principio de un cuento que estaba

escribiendo: Trataba de magia y encantamientos.

Lo analizó con detenimiento y al llegar al capítulo donde

hablaba sobre "Los Intermedios"­­la dimensión fluctuante de

la realidad intangible, sin espacio ni tiempo, que en un

  determinado momento puede volverse relativamente tangible­­

  me preguntó si creía en los Seres Alados.

  Mi afirmación fue rotunda, ayudándome con un movimiento

  vertical de cabeza y entonces pasó a averiguar si creía en el

  Ángel guardián.

  Reflejándome en el azul de sus ojos recordé el final de un

  poema que leí mucho tiempo atrás cuyo autor no recordaba. Lo

  recité en mi memoria aunque me hubiese gustado que lo oyera

  de viva voz pero no lo hice por vergüenza:

 

Pero sigo estando sobre mi montura

 Acariciando el deseo de una galopada fugaz y libre

   Junto a mi ángel de tímida sonrisa e imagen melancólica...

 

Y melancólica empecé a ponerme, cuando el estrepitoso timbre

del teléfono, irrumpió en mis pensamientos sin que me diera

tiempo a pensar en la siguiente estrofa.

Era el inoportuno de Richard que venia a atraerme unos apuntes

que le dejé dos semanas atrás de dialectología hispánica.

   ­­Será mejor que me vaya.

   ­­No lo hagas porque venga Richard, se irá enseguida.

   Recibí a Richard en la puerta del ascensor, con prisa, pero el

chico no cogió la indirecta. Se invitó a pasar a mi habitación

pudiendo hacer poco por detenerlo y cuando se encontró de frente

con OM, en un alarde de testosterona las neuronas comenzaron a

patinarle atacándome con sus frases.

Esperé con prudencia a ver si le frenaban pero cada vez que

hablaba se le aceleraban, así que educadamente le pedí que, por

favor, se fuera.

El comportamiento de Om fue sensato, no despegó ni una sola

vez los labios y cuando nos quedamos solos acarició mi cabeza en

señal de apoyó.

Le pedí que me ayudase a montar el árbol de navidad, solo por el

hecho de retenerlo más tiempo a mi lado, y sorprendentemente

aceptó encantado.

Cogí una escalera de aluminio larga y lo bajé del techo del

armario ropero de mi hermano, después deje caer la caja de cartón

al suelo donde guardaba los ornamentos navideños.

Om esperó sentado en el sofá del comedor a que llegase.

Mientras colocábamos el abeto y nos dedicábamos a decorarlo me

contó las leyendas que lo relacionaban con las tradiciones

folklóricas del solsticio invernal.

Amenizando sus historias de mitos y leyendas se oían los acordes

de los instrumentos de cuerdas, tocando los típicos villancicos,

que puse para ambientar un momento tan especial.

   Cuando esparcimos el muérdago por el suelo también quise

demostrarle que conocía la relación que junto con él abeto,

siempre de color verde como símbolo de la inmortalidad, se le

atribuía la antigua planta de virtudes arcanas druidas.

Om sólo veía en el Árbol Navideño símbolos de tradición

cristiana, sin embargo, a mí me parecía que lo que tenía delante

de mis ojos era algo más que un abeto de solsticio.

Imaginaba un Árbol Cósmico con caminos que unían la tierra con

el purgatorio, los cielos y el infierno.

El Árbol de la Sabiduría colocado en el centro del Paraíso, como

símbolo de un pacto de honor entre la humanidad y Dios, donde

moraban los valores del poder y la sabiduría.

Tras acabar de engalanar al protagonista de la fiesta de navidad,

en el centro del comedor, tentando mi suerte le sugerí que

empezáramos con el pesebre.

Puse las figuras de porcelana desordenadas, a propósito, sabiendo

donde se ubicaba realmente cada una, queriendo retenerlo junto a

mí el mayor tiempo posible.

Supongo que se daría cuenta de mi estrategia pero tenia la

paciencia de un santo y me ayudo a colocar el Belén completo.

Al terminar se despidió sin pedirme el número de teléfono, mis

esperanzas de volver a verlo se desvanecieron quizás me

extralimité con él muchacho pidiéndole tantos favores en un solo

día.

Alicia me dejó treinta minutos para comer en compensación por

haberle ayudado a hacer el inventario.

Aproveche ese tiempo libre y fui al centro comercial de enfrente a

comprarle a mi hermano un "Santa Nube" de fieltro con escalera

incorporada, como le prometí en la hora del desayuno. Estaba

empeñado ese año nuevo en colgarlo del balcón con el saco rojo

lleno de caramelos.

   Al entrar en el centro comercial decorado con un gusto

exquisito, con realces navideños, fije la vista en la estrella dorada

colocada en la cúspide del abeto, recordando el momento en que

Om se subió a la escalera de aluminio a colocar la estrella

plateada del mío.

¿Dónde estaría en aquel momento?, hacia un solo día que no lo

veía y ya lo echaba de menos.

Alguien tocó suavemente mi hombro por detrás y un coro de

niños, ubicados en la plataforma central del recinto, entonó el

villancico Noche de Paz.

OM estaba a mi lado y me entraron unas enormes ganas de bailar

bajo el árbol, arropada entre sus brazos siguiendo sus pasos.

   ­­ ¿Buscando regalos?­­me pregunto sonriendo.

   ­­He de comprarle un "Santa Claus" a mi hermano­­respondí

con el rostro iluminado.

   Me tomó de la mano sentándome cerca del enorme abeto

natural, en un banco de nogal, y empezó a contarme la leyenda de

San Nicolás de Bari, obispo de Myra que concedió todas sus

posesiones a los pobres haciéndose religioso y obispo;

destacándose siempre por su esplendidez con los niños.

Hasta ese momento no supe que el popular personaje de"Papa

Noel" fue un santo.

Me hubiese quedado sentada en el banco escuchándolo toda la

mañana pero aun tenía que comer y comprar al viajero del polo

norte con barriga prominente.

Tuve unas enormes ganas antes de volver al trabajo de

preguntarle si por la noche iría al pub de siempre, pero me reprimí

confiando en que la suerte estuviera de mi parte.

La noche no parecía empezar bien.

Al entrar al Pub con mis amigas y sentarnos en el sitio de

siempre: ­­ ese lugar que todo el mundo da por hecho que te

pertenece porque los fines de semana haces más vida allí que en

tu propia casa­­, vi entrar a Richard.

Esta vez el chico se superó a sí mismo con su provocativa

acompañante femenina.

La joven lleva una indumentaria que no sabría expresar con un

calificativo apropiado, solo sé que si en esos instantes hubiese

estornudado, los allí presentes hubiéramos visto el color de la

lencería de la parte mas intima de su anatomía.

Posteriormente pidió dos whiskies al camarero desapareciendo

como de costumbre; perdiéndose con ella en la zona de penumbra

indiscreta.

   Tras una hora hablando del mismo tema: ­­ los hombres y sus

encantos­­, mis amigas decidieron pasar al acto de comprobarlos

personalmente con una pandilla de estudiantes que no dejaron de

mirarnos desde que entramos.

Hasta que acabé mi segunda cerveza seguí con la mirada fija en la

puerta esperando que Om hiciera su aparición.

   Pensé pedir otra cerveza y cambie de opinión cuando el pesado

del chico que quería ligar conmigo empezó a hablarme de fútbol;

un tema del que yo no tenia ni idea, así que cogí mi bolso y la

cazadora para irme a la calle a que me diera un poco el aire.

   En el mismo momento que crucé la puerta, el ruido personal

de un motor V-Twin a 60 º de competición con 115 CV y nueve

mil rpm, con detalles cromados y aleación pulida; se aproximó

lentamente...

Paró delante de mí y quedé alucinada al ver que era Om el que la

montaba.

   ­­ ¿Subes?­­me preguntó guiñándome un ojo.

Monté enseguida, sin saber donde me dirigía, con el pesar de que

no me vieran ni mis amigas ni Richard.

A la velocidad que íbamos llegamos rápidamente a las puertas del

castillo iluminado de un municipio cercano.

Entramos por el portal enorme del lado norte, a través de un

puente de piedra, que anteriormente fue un puente levadizo

situado arriba de una concavidad llena de agua.

Dejamos la moto en un salón asombrosamente atrayente, donde se

podía vislumbrar el mar de plata desde veinte ventanas inspiradas

en la policromía del portal.

Accedimos al primer piso por una escalera de caracol, debido a la

decoración y sus dimensiones parecía una sala para la celebración

de fiestas y banquetes.

La chimenea de la pared norte y las dos de la pared sur le daban al

salón un ambiente acogedor.

En el siguiente piso se hallaban los dormitorios, arriba de ellos las

almenas y por un estrecho pasillo esculpido a mano derecha la

escalera que llevaba a la torre principal del castillo; el lugar donde

residían los responsables del mismo.

Llegué algo cansada al lugar más fácil de defensa, la parte de

mayor protección que podía convertirse en caso inevitable como

núcleo de resistencia.

Una vez arriba caí en la cuenta que el castillo nunca abría sus

puertas a visitantes nocturnos. De todos modos no iba protestar

por disfrutar de una noche serena, rodeada de estrellas junto a un

chico encantador.

Allá en lo alto el cielo parecía tan cercano que podía alcanzarlo.

   ­­ ¿Cenarás mañana con tu familia?­­le pregunte a OM,

cuando recuperé el aliento

   Asintió con la cabeza mirando al cielo.

   ­­ ¿Y después que harás?

   ­­Ir a la misa del gallo. ¿Te apetece venir conmigo?

   Hacia años que no pisaba una iglesia aunque por estar con él

merecía la pena escuchar el sermón de noche buena.

Pensé en el curioso nombre impuesto a esa misa, según una fábula

que afirmaba que, el primer animal en presenciar el nacimiento de

Jesús encargándose de anunciarlo al mundo fue el gallo.

   ­­De acuerdo pasa a recogerme a medianoche.

   Al decir esa frase me sentí como Cenicienta, con la esperanza

de que el príncipe azul no me hiciera también ir a la misa del alba

y la del medio día.

De repente un ruido estrepitoso me asustó, Om lo notó y acarició

mi cabeza.

   ­­Tranquila, los seres luminosos que protegen la esfera

celestial nos están resguardando de todo mal.

   Cuando dijo eso pensé inmediatamente en los espíritus

celestiales, en los mensajeros que fueron creados por Dios el

primer día de la creación inclusive antes que la humanidad:

­­Los intermediarios entre el Todopoderoso y los mortales­­.

Era agradable saber que los guerreros celestiales de gran poder

cósmico, mediadores entre lo humano y lo divino nos vigilaban.

Recordé lo que leí en un libro sagrado sobre el oficio de"Los

Mensajeros":­­ Los protectores de los planetas, las estrellas y el

tiempo. Los guardianes de las naciones, los países y los pueblos­­

.También me acordé la definición de las esferas y categorías a las

que cada uno de ellos pertenecía.

De los Consejeros Celestiales, "Los Tronos" eran los espíritus

más elevados cercanos al creador.

Rodeando el trono, regulando el moviendo de los siete cielos se

encontraban "Los Serafines "y jefes de todos los Ángeles; y

protegiendo las esferas del tiempo revoloteaban sin descanso "Los

Querubines".

Los "Dominios", las "Virtudes" y los "Poderes" eran potestad de

la segunda esfera de gobernación celestial.

Finalmente, al tercer círculo pertenecían los Principados, los

Arcángeles y los más conocidos por el ser humano: ­­los

Ángeles­­, encargados de protegernos, de enseñarnos, de

guiarnos personalmente o a través de sueños o casualidades como

la de recibir por boca de otra persona o por un libro la solución a

nuestros problemas.

   ­­Om, ¿tú sabes como puede verse a un ángel?­­inquirí

sabiendo que él despejaría mi interrogante.

   ­­Los espíritus lumínicos que brillan más que el astro solar,

pueden adoptar cualquier forma, incluso la humana.

Sus pulsaciones de energía son altísimas para ser percibida por el

ojo humano­­me explicó Om­­. Si desean hacerse visibles deben

bajar su altísima vibración y retrasar en el tiempo sus pulsaciones.

La explicación de Om me convenció. Busqué con la mirada la

luna, seductora, envuelta por las nubes y el viento frío del mes de

diciembre.

Pensé que, tal vez, en alguna de esas nubes un mensajero

conocedor de los secretos de Dios, nos observara con

detenimiento...

   Un ángel conocedor de las regiones secretas del cielo y de sus

secretos supremos. Un ser de luz con poder para dominar los

demonios internos.

   O quizás reclinado en la luna lúcida nos vigilara un arcángel

de conocimiento infinito, dominador de las lenguas y gobernador

de las esferas...

   Un espíritu de luz capaz de escuchar el clamor de la

humanidad, y ponerlo en conocimiento del creador; alejando a los

demonios con su espada llameante y protegiéndonos con un

escudo de amor iridiscente.

Los murmullos de la oscuridad dejaron de asustarme pero el frió

helado de la noche seguía calándome.

El aire en lo alto del torreón soplaba, perseverante, con fuerza.

   ­­Deberíamos irnos­­sugirió Om observando como temblaba

mi cuerpo.

   Moví la cabeza verticalmente y en pocos minutos salimos del

castillo.

El astro solar salió la mañana de noche buena con fuerza.

Al acabar de desayunar los vecinos del quinto piso vinieron a

pedir el aguinaldo deleitándome con sus voces pueriles.

Los sonidos de la zambomba, los pitos, las panderetas, los

cascabeles y el tamboril, también me acompañaron por las calles

hasta mi llegada al trabajo, con grupos de jóvenes que animaban

el ambiente con sus cánticos.

   A lo largo del día, el tiempo pasó rápido atendiendo mi

mostrador y el de mi compañera que se quedó en cama debido a

una infección de amígdalas. Durante la tarde las horas parecían

sucederse más pausadas, quizás porque mi ansiedad por ver a Om

las retrasaba: ­­curiosa medida la franja horaria, tan apresurada

como pausada. Toda una vida puede revivirse en un solo segundo,

si se esta al borde de un precipicio y nuestra vida corre peligro; y

un minúsculo segundo de dolor extremo puede parecernos un

sufrimiento eterno­­.

   Finalmente, desde lo alto del firmamento el sol descendió por

completo. La ciudad sustituyó la luz natural por un despliegue

fastuoso de luz artificial.

   Desde que mis padres se separaron mi familia materna

celebraba en mi casa la noche buena para que mamá no se

deprimiera.

Mi abuela que era la encargada de preparar la cena no escatimó en

presentarnos una mesa con alimentos suculentos, acompañados de

buenos vinos, y una degustación de repostería elaborada por ella

misma.

Tras bendecid la mesa recibió el halago de los comensales,

especialmente el de mi futura cuñada; una mujer dulce y refinada

que mi hermano adoraba.

La velada transcurrió placentera y diez minutos antes de la media

noche me despedí de mis familiares porque tenía una cita con un

ángel.

Lo esperé en el portal sentada y puntual al encuentro llegó mi

guardián sonriendo.

A escasos metros de mi domicilio, ubicada en el centro de una

pequeña plaza, estaba la iglesia donde me bautizaron.

Creo recordar que la última vez que pisé su suelo sagrado fue el

día que me confirmaron.

Entré con cierto reparo fijando la vista en los ramajes que

adornaban los laterales y antes de sentarme a escuchar el sermón

me santigüé después de ver que lo hiciera Om.

Posteriormente al primer rezo litúrgico y la lectura de la vida de

un santo muy venerado, agradecí que el coro animara la

celebración con sus celestiales voces.

El momento que más me gustó de toda la misa fue cuando el

sacerdote ordenó que nos diésemos la Paz, porque durante breves

segundos, el suave tacto de su piel tocó mi mano.

Mientras Om atendía con devoción pura lo que el sacerdote decía;

yo me evadí en mis sueños retrocediendo dos mil años atrás en el

tiempo.

Traté de imaginar a la Virgen pariendo la "LUZ" que iluminaría

al mundo de las tinieblas, y una sensación de misericordia

embargó mi alma.

Me puse a llorar, inesperadamente, sin poder controlar en mi

interior tanta emoción; un interior que llevaba tiempo dormido,

semiinconsciente y aturdido.

Inmediatamente pensé que era una injusticia que Dios no fuese

también mujer.

Om me miró conmovido, ofreciéndome su pañuelo y pasó su

brazo por encima de mi hombro apretándolo con fuerza.

   Al salir de la iglesia nos sentamos en un banco de piedra de la

plaza pequeña.

Mientras por mi cabeza seguía rondando la idea de averiguar si

Dios tenía en su naturaleza divina incorporada una parte

femenina, OM miraba con frecuencia hacia las alturas.

   ­­ ¿Te imaginas de que modo celebraran en el cielo el

nacimiento del Redentor?

   ­­Con solemnidad y devoción­­contestó.

   ­­ ¿Tendrá la mujer "poder" en la jerarquía espiritual?­­

susurré pensando en el sufrimiento por el que debió pasar la

Virgen María.

   ­­ ¿Te parece poco "Poder" crear en tu vientre el milagro de

la vida?­­respondió Om­­. Ser la matriz receptora de la

existencia divina.

   ­­Entonces... DIOS igualmente es DIOSA...

   ­­Toda creación se manifiesta mediante un principio dinámico

y otro pasivo, la interacción entre ambos opuestos genera el punto

intermedio del equilibrio, es decir, la expresión de ambos

principios complementados­­me explicó Om­­. El dinamismo es

activo, creador, emanador, casual y superior.

El principio paciente es formador, generador, receptor y principal.

   Cuando Om cesó de hablar clavé mi vista en su cara angelical.

Sabía que debía dejar de mirarle de un modo tan insolente, pero,

sencillamente, no era capaz de hacerlo: ­­ ¡Era realmente

hermoso!­­. La luz de las farolas que iluminaban su rostro,

hacían que sus facciones perfectas resplandecieran más que la

luna en su inmaculado cutis.

   Transcurrido un buen rato el aire comenzó a tornarse gélido y

la ventisca azotaba nuestras mejillas. Yo me quedé

completamente helada, no quería irme ni podía refugiarme en

ningún local nocturno porque esa noche no abría ninguno.

Om percatándose de mis temblores me sugirió que camináramos

calle abajo, de prisa.

   Al llegar a mi portal me quedé de pie apoyada en el marco

metálico.

Mantuve la esperanza de que Om posara en mis labios antes de la

despedida un beso fugaz. Posó un beso sonoro pero en mi mejilla.

Después de recibirlo empezó a temblarme todo el cuerpo, durante

un breve instante pensé que era debido al frió, pero las mariposas

revoloteando en mi estomago indicaban que me estaba

enamorando.

No podía dejar que se fuera sin quedar con él otro día, así que, a

pesar de lo que pudiera pensar sobre mi forma precipitada de

actuar, me decidí a preguntarle con quien celebraría el año nuevo.

   ­­Contigo y tus amigos­­respondió, pasando suavemente su

mano por mi larga melena negra.

   Aunque deseaba exactamente que esa fuera su respuesta, casi

me desmayo al oírla.

Me quedé, sola, de pie en el portal siguiéndole con la vista hasta

el final de la avenida tiritando de agitación.

El día de Navidad nos reunimos la familia en casa de mi tía, la

hermana mayor de mamá.

Como era tradicional ellos también tenían puesto su árbol

navideño en el salón principal; con adornos que colgaban de sus

ramas y cintas de colores brillantes.

Antes de comenzar a saborear el pollo al horno, plato que

cocinaba especialmente bien mi tía, tuve que ayudar a mi primo a

colocar en la cúspide del árbol la estrella dorada, que cayó al

suelo a causa de un bamboleo que dio mi sobrino, tropezando con

el correpasillos.

Como no alcanzaba la cúspide, pues sobresalía más de un metro

por encima de su cabeza, se alzó con una silla.

Aguante el respaldo para mayor seguridad y con destreza se

inclinó colocando la figura.

Aún con el estómago resentido de la noche anterior me comí todo

el postre, y después de brindar con cava intercambiamos los

regalos, ocultos hasta ese momento bajo el abeto.

Aunque tenía a todos mis seres queridos reunidos en la mesa, la

familia no estaba completa, sorprendentemente añoré la ausencia

paterna.

   Cuando era niña papá me decía que la época navideña era una

fecha especial para perdonar, compartir y amar.

Durante varias navidades por respeto al dolor de mi madre me

negué a verle, sin embargo, esta vez, sentía la necesidad de estar

con él.

Se lo dije a mamá con remordimiento, pensado que quizás se

sintiera traicionada. Ella no soportaba a la mujer que compartía

con él su vida: ­­una mujer más joven, de magnifica posición

social y con un trabajo bien remunerado.

Asombrosamente no puso objeción alguna, tal vez porque el

tiempo todo o cura, o quizás, porque era obvio, tarde o temprano

un encuentro entre ambos.

Esa misma tarde me presenté, sin previo aviso, en su vivienda: un

ático doble, en las afueras de la ciudad.

Un miembro joven de su nueva familia me abrió la puerta.

La voz de mi padre se oyó desde el interior del salón preguntando

quien era; con un leve susurro le contesté que era yo.

Una sensación extraña latía en mi interior mientras esperaba, de

pie, en la puerta; anhelando realmente verlo.

Cuando salió a recibirme me abrazó contra su pecho con

muchísima fuerza, y en sus ojos leí lo que no fue capaz de

mencionar con palabras.

Su hogar estaba repleto de personal y su mujer parecía estar

disfrutando de ser una anfitriona excepcional.

Papá, sin dar explicaciones a los allí presentes, me hizo pasar a

una acogedora sala de estar.

   Al quedarnos a solas nos envolvió un silencio denso, fue para

ambos un momento de introversión, vacilación y miedo.

Superado el choque emocional papá comenzó a hablar.

   Me abrió su corazón de par en par enfrentándose a sus

recuerdos del pasado con valentía.

Rememorarlos nos resultó muy doloroso, sin embargo, el

pedirnos perdón, nos liberó a los dos del rencor que soterraba

nuestro corazón.

Durante todo el largo tiempo que duró la conversación, su esposa

no nos interrumpió.

Mi padre no consintió que regresara a mi casa con taxi; él mismo

me llevó en su flamante coche.

Al despedirnos, conmovidos por lo sucedido, prometimos que ese

seria el primer encuentro de otros muchos.

Tres días antes de la celebración de año nuevo Om acudió a la

librería con dos entradas de música de cámara. Dejó una encima

de mi mostrador, me pidió el número de teléfono y se marchó.

<< ¡Por fin una cita como Dios manda!>>, pensé yo.

A la hora de comer llamé a mi cuñada, toda una experta en el arte

de la elegancia, necesitaba urgentemente que me ayudara a

escoger un traje adecuado.

Inventé una excusa buenísima, y sin la menor sospecha, Alicia me

dejó salir una hora antes de la librería.

Me dejé aconsejar por el buen gusto que en el vestir tenía la novia

de mi hermano; reflejo fiel de su propia personalidad: elegante,

serena y natural.

    Después de visitar varias tiendas de moda nos decidimos por

una prenda vaporosa de color claro, con una largaría que dejara al

descubierto los tobillos, y un escote insinuante donde lo único que

se viera fuera un collar de perlas.

Sobre mis hombros caería una capelina corta con sutiles ribetes

bordados.

    Finalmente, nos centramos en elegir el bolso y los zapatos

adecuados. Me pareció increíble que ambas coincidiéramos en

preferir los mismos.

Más tarde me llevó con su deportivo a mi domicilio y ella se

dirigió al suyo: una zona residencial en el centro de la ciudad.

    Esa noche padecí un insomnio cruel, apenas conseguí pegar

ojo porque mi imaginación desbordada me desveló, pensando en

un sinfín de formas de como seducir a Om.

Solo a altas horas de la noche el cansancio me venció.

    La deseada noche llegó. Cuando coincidí con mi vecino en el

rellano de la vivienda, increíblemente, mi visión le cortó la

respiración. Me dedicó un piropo con demasiado énfasis, e

incluso me hizo una proposición sugerente, pero mi mente solo

pensaba en la reacción que al verme tendría Om.

    Al abrir la puerta del ascensor tropecé con la mirada directa de

él. Mi corazón me latía con semejante fuerza, que sus sonoras

palpitaciones llegaron hasta sus oídos.

A un palmo de mi rostro apoyó su mano sobre mi corazón para

que me relajara, haciendo sintonizar lentamente el bombeo de mi

respiración con el de su inspiración.

Repentinamente me ruboricé y aunque no pude verme el rostro,

sentí una oleada intensa de calor sofocando mi cara.

La presencia de Om era tan dulce y tan cálida como el roce

silencioso de sus alas.

Cuando estuve más tranquila me miró de arriba abajo, sin

despejar los labios, y con pestreza me llevó hasta su coche y me

abrió la puerta.

Un silencio incomodo nos acompaño durante todo el trayecto y al

aparcar cercanos al edificio de conciertos, no conseguí mantener

mis emociones bajo control por más tiempo.

Indignada por no dignarse a adularme, con tono áspero le

pregunté si no le gustaba mi indumentaria.

   ­­ ¡Pareces un ángel!­­respondió con su modulación suave.

   Se me deshizo el nudo opresivo de la garganta pero mis ojos

seguían brillantes conteniendo las lágrimas que no quise derramar

por no estropear mi maquillaje.

Traspasamos la puerta principal del antiguo edificio y nos

dirigimos a la zona de la derecha, donde un gran mosaico

decoraba parte de la sala.

Aquel traje elegante me hizo sentirme segura de mí misma y los

elevados tacones cambiaron mi manera particular de andar, por

otra más femenina.

H